Las bolsas de nicotina oral se colocan entre la encía y el labio, permitiendo que la nicotina sea absorbida por la mucosa oral (mejor conocida como encías). Generalmente contienen altos niveles de nicotina, saborizantes y otros aditivos. A diferencia de los productos de tabaco sin humo tradicionales, las bolsas de nicotina no contienen hojas de tabaco.
Las bolsas de nicotina no contienen hojas de tabaco ni producen humo, por lo que no tienen los peligros de inhalar tabaco quemado. Pero eso no significa que sean totalmente seguras. La nicotina es altamente adictiva. Puede aumentar el ritmo cardíaco y la presión sanguínea, haciendo que tu corazón deba esforzarse más.
La nicotina también cambia el modo en que se desarrolla el cerebro de los adolescentes. Puede afectar la memoria, la atención y el aprendizaje, y puede aumentar el riesgo de adicción a otras sustancias en el futuro. Los científicos aún están estudiando los efectos a largo plazo de las bolsas de nicotina sobre la salud.
Las sales de nicotina, también conocidas como e-líquidos, son una forma de nicotina que no está naturalmente presente en las hojas de tabaco. Se crean combinando nicotina con ácido. Se las altera químicamente para hacerlas más estables y menos agresivas al inhalarlas, lo cual facilita la administración de mayores concentraciones de nicotina. Esta modificación permite que los consumidores inhalen niveles más altos de nicotina.3
Dado que suministran concentraciones más elevadas de nicotina con mayor eficiencia, las sales de nicotina pueden incrementar el riesgo de adicción.
La exposición a la nicotina durante la adolescencia puede alterar el desarrollo cerebral, afectando las áreas encargadas de la atención, el aprendizaje y el control de los impulsos. El cerebro adolescente es particularmente vulnerable, y la nicotina puede causar cambios estructurales y funcionales a largo plazo.4
Sí, la nicotina puede aumentar el ritmo cardíaco y la presión sanguínea, lo cual puede ocasionar problemas cardiovasculares. Aunque con las bolsas de nicotina no se inhala humo o vapores, la nicotina en sí misma es un riesgo para la salud del corazón.
El cerebro termina de desarrollarse aproximadamente a los 25 años de edad. La nicotina cambia la química del cerebro y los cambios persisten en el tiempo aún luego de dejar su consumo.
La nicotina toma de rehén al sistema de recompensa del cerebro, inundándolo de dopamina, una sustancia que produce sensación de bienestar. Con el tiempo, el cerebro comienza a depender de la nicotina para sentir placer, motivación y poder concentrarse. Esa es la razón por la cual los jóvenes que consumen nicotina suelen sentirse ansiosos, irritables o desconcentrados cuando no está disponible.
La corteza prefrontal, responsable de la toma de decisiones y del control de los impulsos, es la última en desarrollarse. La nicotina interfiere en este proceso, dificultando la concentración, el aprendizaje y el manejo de las emociones.
El cerebro se adapta a la exposición regular a la nicotina, cambiando su respuesta al estrés, al estado de ánimo y a los antojos. Estos cambios pueden hacer que dejar la nicotina sea más difícil y aumentar el riesgo de adicción a otras sustancias. La nicotina mantiene al cerebro prisionero y dificulta la producción de las sustancias químicas que dan sensación de bienestar al no estar presente.